
Marcelo Camaño
El guionista argentino Marcelo Camaño conoció a Arnaldo Limansky en Buenos Aires y la admiración que sentió por él fue instantánea. No por su destacada función en la ficción latinoamericana sino por su joven paso por el cine argentino de los años de oro, de estrellas, de directores empoderados, de producciones osadas, de apuestas e incertezas.
“Podía pasar horas escuchando sus anécdotas. Allá donde cualquiera perdería la paciencia, Arnaldo aplicaba templanza y mesura. ¿Con quienes no trabajo por aquellos años? Con pocos. La vida lo hizo optar por una cruzada que lo llevó por varios países, siempre destacándonos a nosotros, los autores, como la pieza más impactante dentro de la cadena de producción”, recuerda.
Luego lo cruzó en cada Natpe que fue y siempre había una cena en su casa junto a su esposa. “Ahí ya las anécdotas pasaban por los proyectos, la liquidez de los directivos, las politicas empresariales de entretenimiento. Nunca lo escuché hablar mal de nadie, no porque no considerara a este o a aquel con alguna mirada reprobatoria sino porque ya los había comprendido y perdonado. Y cada fin de año llegaba su tarjeta de navidad y su mail. Tipos como Arnaldo ya no abundan en esta industria, en la cual la falta de respeto se impuso a la buena educación. Chau Arnaldo, que bueno haberte conocido”, finalizó.
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