27 de junio de 2025

REEL DE ORO

Leo Damario de DIM FILMS: “No sigo tendencias, las anticipo. Soy un inadaptado. Un rebelde. Un Rolling Stones”

Leo Damario es un cineasta argentino reconocido por su estilo visual sofisticado, glamoroso y transgresor, con una fuerte impronta estética y una marcada sensibilidad hacia la belleza, la música y el deseo. Su versatilidad lo ha llevado a dirigir campañas para marcas como Coca-Cola, Sedal y Nivea, y a colaborar con figuras icónicas como Nacha Guevara. Con siete películas y un Cóndor de Plata, ha construido un universo visual único donde el lujo, la sensualidad y la creatividad conviven en cada proyecto.

Director de la serie Victoria y la película Olympia (estrenada en la Berlinale), ha trabajado con artistas como Babasónicos, Miranda y Andrés Calamaro, y su obra ha sido exhibida en espacios como la Cineteca de México. “Soy un inadaptado. Un rebelde. Un Rolling Stones”.

1.- ¿Cómo defines tu estilo creativo y de qué manera ha evolucionado al colaborar con marcas que buscan conectar con audiencias más jóvenes y diversas?

Mi estilo creativo es una constante exploración de la frontera entre el presente y el futuro. Como cineasta de vanguardia, siempre he trabajado para un público que aún no había nacido, anticipando tendencias y creando obras que se adelantan a su tiempo. Mi película Olimpia es un ejemplo de esto, donde exploré nuevas formas de narrar y de producir una obra de alta calidad.

No me gusta hacer un briefing tradicional, ese es un concepto que va en contra de mi idea de hacer cine. En lugar de seguir las reglas, rompo con todo lo que limita la creatividad. Para mí, el cine no es solo una herramienta, es un lenguaje, una forma de vida. Cuando trabajo con marcas, lo hago desde una conversación abierta, sincera, casi íntima, con el propósito de empoderarlas. Busco crear un vínculo con el público, no una transacción. Mi objetivo es elevar la marca sin perder su esencia, sin perder mi propia esencia como creador. Lo que busco es una simbiosis entre la marca y mi voz única, sin filtros ni compromisos.

2.- Fellini y el cine psicodélico son algunas de tus referencias. ¿Cómo las integras en proyectos comerciales sin perder autenticidad, especialmente cuando trabajas con marcas que desean resonar culturalmente con sus consumidores?

Fellini no es una influencia directa; es una conversación continua con el cine. No trato de replicar lo que hizo, sino de sentir esa liberación en sus films, de llevar esa creatividad sin ataduras hacia lo contemporáneo. El cine psicodélico, por otro lado, tiene una fuerza primitiva que todavía habita en mi trabajo. Pero lo que hago es reinterpretarlo. Tomo ese universo visual y lo adapto a la era digital, a los nuevos lenguajes visuales, sin perder de vista que lo que más me interesa es romper los límites establecidos.

Cuando trabajo con marcas, mi desafío es siempre el mismo: encontrar una manera de integrar esas influencias, esas capas de complejidad visual, en algo que sea accesible pero a la vez rompa con la normalidad. No es una cuestión de imitar, es una cuestión de conversar. Y para eso, lo que hago es construir una relación en la que la marca y yo caminamos juntos, pero siempre bajo mi propio ritmo. Solo cuando hay autenticidad en la propuesta, podemos llegar al corazón de la audiencia, joven o no, porque el público ve la verdad, aunque se esconda en una imagen surrealista.

3.- ¿Cómo adaptas tus narrativas visuales para conectar con audiencias en distintos canales sin perder la coherencia de marca en un entorno omnicanal?

Cada canal es una extensión de la narrativa, no una herramienta para hacer marketing. La clave está en no tratar a cada plataforma como un canal aislado, sino como partes de un todo. A la hora de adaptarme a distintas plataformas, me interesa que la esencia de mi obra permanezca intacta. Soy un inadaptado. Un rebelde. Un Rolling Stones. Mi trabajo con marcas no es diferente: mantener la coherencia en todos los canales no significa que debamos replicar lo mismo en todos los lados, sino que debemos entender cómo cada espacio se puede transformar y potenciar la historia que queremos contar.

La verdadera magia ocurre cuando entiendes que cada formato tiene su propio lenguaje. Por eso mi cine busca ser modular, fluido, capaz de adaptarse sin perder su identidad. Los colores, los ritmos, las imágenes: todo tiene un propósito, todo tiene una conexión. Lo que hago es tomar esos ingredientes y saber que cada canal es una posibilidad, no una restricción. Lo importante es que la marca respire junto a la película, que hable el mismo idioma visual, y que, a través de eso, podamos realmente conectar con la audiencia. Eso es lo que me interesa. De hecho soy el único en tomar mundos que la industria no retrata, la modernidad que aún no llega.

4.¿Cómo están transformando la IA y la publicidad contextual la comunicación entre marcas y audiencias en Latinoamérica, y qué desafíos implican para los creativos?

La tecnología siempre ha sido parte del cine. Desde los primeros días del cine sonoro hasta el CGI que es bastante feo estéticamente, la tecnología no solo ha transformado las herramientas, sino que ha reconfigurado el lenguaje. La tecnología no es el enemigo de lo natural. Ahora, con la inteligencia artificial y la publicidad contextual, estamos en otro umbral: la posibilidad de hacer que la marca se hable a sí misma, que dialogue directamente con el consumidor, personalizando el mensaje según su contexto.

Si bien estas herramientas pueden acercar la marca a la audiencia de manera mucho más eficiente, el desafío es no perder el toque humano, la creatividad auténtica. Y ahí es donde entra mi rol como cineasta: abrazar la tecnología sin dejar que me controle. Usar la inteligencia artificial como una extensión del ser humano, no como un reemplazo. De cara al futuro, lo que más me interesa es la colaboración con tecnologías que permitan hacer cine más libre, que ayuden a los creativos a enfocarse en lo importante: las historias, las emociones, lo real. Los datos y la personalización son maravillosos, pero no podemos dejar que los algoritmos nos dicten lo que debemos crear.

5. Después de “Solo Fanáticos”, que aborda temas contemporáneos como la cultura digital y las relaciones de poder, ¿qué nuevas narrativas o formatos te interesa explorar en tus próximos proyectos?

‘Solo Fanáticos’ no fue solo una película. Fue una experiencia vital, una creación hecha desde el amor y en el amor. La filmamos con Antonella Kruger, mi esposa, mi compañera, mi valkiria. Ella no solo actúa, crea conmigo. Pensamos cada encuadre, cada acción, cada riesgo como si estuviéramos diseñando un espacio para nacer de nuevo. De hecho, lo estábamos: Antonella estaba embarazada. La película es también una cápsula del tiempo de esa gestación doble —la de un hijo y la de una obra—, y eso la vuelve eterna. El cine es para el espectador. Para la idea que se siembra en el otro.

Ese pulso íntimo, familiar, es lo que quiero seguir explorando. El cine como hogar, como extensión del cuerpo y del vínculo. Como esos juegos entre Cassavetes y Gena Rowlands, donde la vida se filtra por las costuras del guion y transforma la escena en algo irrepetible. No es que ellos me influyan —yo no creo en la influencia como huella—, creo en la conversación con el cine. Y en esa charla, cada palabra termina volviéndose propia.

Lo que viene no busca complacer. Busca vibrar. Ser radical en su dulzura, en su minimalismo emocional, en su mirada sin filtro. Formatos más dinámicos y fragmentados. O tal vez un plano secuencia de lo cotidiano, filmado con la preciosidad de quien sabe que cada día puede ser el último.

Porque al final, el único que puede influir en Leo Damario… es Leo Damario. Lo demás son ecos. Y yo prefiero el grito propio.

PRODU
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